Tengo tus ojos clavados, mi negro
atravesados en la memoria,
y aquellos besos tan amargos
de tu boca llena de insultos,
de mordiscos envenenados
¿Qué tan puta fui en tu vida?, mi negro,
que con el azote de tu mano callabas,
el resoplido de mi andar
de perra callejera,
el grito de libertad en mis caderas
Jamás clasifiqué, mi negro,
pa’ digna señora de casa,
y en mudo torturar me decías,
y se cree decente la puta,
cuando tus senos sobresaltan,
necesitas cadenas y anclaje,
pa’ que olvides tu mirar de maraca
qué vida la tuya, mi negro,
por la calle todo un caballero, por dentro,
todo un perro de caza
Me acostumbré, mi negro,
al veneno de tu lengua putrefacta,
a las cadenas, al anclaje,
pa ser digna señora de casa,
y sin decir una palabra,
porque una buena mujer…
una muy buena mujer, calla y aguanta
y me paseé de la mano contigo,
como toda una dama
pa cumplir tu capricho, fui tu puta en la cama