o siempre ha sido penca, y apenas se detuvo en un diminuto oasis que en un parpadear terminó por secarse. Hoy en día vas a cualquier encuentro de café o de cerveza, y te enfrentas el mismo discurso: que la delincuencia, que los venezolanos, que los vendedores callejeros, y toda esa mierda neofascista inoculada a la velocidad la luz en las mentes de los chilenos culiaos, serviles, chupavergas, que lo tragan todo sin examen. Y como esos perros hambrientos, luego todo eso que tragaron lo cagan y lo vuelven a comer, en un eterno retorno culinario y coprofílico que no es otra cosa que la historia de esta franja de barro tan parecida a un surullo.

¿Hay ventana o ventanilla de escape? Difícil, muy difícil, ante tanto weonaje que hoy aplaude a los sectores más reaccionarios y recalcitrantes perteneciente a los dueños de las riquezas nacionales. La canallada dorada.

El estallido fue una bolsa de papel inflada  que explosionó, dejando como resultado nada más que basura, basura, basura.

Pero aquí seguimos webeando: trabajando para nadie en este pasquín cibernético, con entusiasmo de artista ingenuo, con la pasión de cabro chico enamorado. ¿Para quién o para qué? Ya no lo sabemos, pero no paramos. Aunque nos digan que no vale la pena: no los escuchamos porque ya sabemos que tienen razón. Y no queremos saber de razones.