Decidí ver la película Men, escogiendo un film de terror, inglesa, un buen actor, a ver qué pasaba. Que sentía. Porque pucha que se siente cuando se ve y se vive una película.
Comenzando con la exquisita música (Ben Salisbury y Geoff Barrow) que envuelve el drama que ya sabemos esconde una mujer…es casi imposible para mí, mujer feminista sis no sentirse identificada no sólo con el deseo de libertad, la búsqueda de la sanación en el exterior, en la naturaleza, sino también lamentablemente con una que otra escena y que todo, todo, sin darnos cuenta sigue mermado y limitado por el machismo.
Ambientada y rodada en el año 2022, en el llamado primer mundo, UK, la cuna de nuestras costumbres moralistas, capitalistas, autoritarias y segregadoras. El cosmopolita UK. ¿Pa’ qué estamos con cosas? los gringos hace mucho que nos colonizaron, son nuestros padres, especialmente de mi generación millenial, más que mi propia tierra sureña.
Volviendo…
La peli es sobre Harper (interpretada por Jessie Blucley), que vemos con ansias de descanso, algo tranquila, pero aún así perturbada. Ella escapa, sí, escapa de su “divorcio” reciente. Cansada de los abusos (que según el marido han aparecido sólo el último año, o como dirían otros, es mínimo si se coloca la relación en una balanza) decide separarse. Él claramente no se lo toma nada bien, y pasando por todas las cartas de manipulación conocidas para evitar una ruptura va desde los gritos, los golpes y claro…la amenaza de suicidio.
Solo que el esposo estaba más perturbado de lo que creía, ya que a diferencia de varios, concreta la amenaza. Lanzándose desde el techo de la casa, en una escena a cámara extrema lenta, los personajes pueden observarse mutuamente a través de una ventana por última vez. Buen recurso, se sabe que ante situaciones así, todo pasa muuuy angustiosamente despacio.
Ella lo ve colgado desde un brazo a la reja que protege la casa, la pierna rota, el marido roto. El hombre fue destrozado por propia voluntad. Pero, como nos han enseñado a las mujeres, la culpa es de ella. Se quería divorciar, no inducirlo a la muerte…y así comienza el largo camino de culpabilidad por decidir por sí misma.
Claramente, viaja, se despeja en una paisaje acogedor y solitario, una aldea con bosque, y una mansión de campo que costea por un par de semanas para vivir su duelo y recomenzar su vida. ¿Y quién no podría? (El machismo en todas las esferas sociales)
Desde el extraño personaje que es el dueño de la casa, por quién parece tener una sincera pero incómoda simpatía, comienzan los cuestionamientos. “¿Dónde está su marido?” “Me divorcié, no he cambiado el nombre” ¿Se asume que una esposa no debe andar sola? ¿O al menos aún hay quienes pueden extrañarse de eso? De inmediato uno se pasa el rollo…mujer sola, él tiene llaves…complicado. Pero a Harper parece no extrañarle y le comenta que será sólo ella quién habitará la casa. Yo no lo digo ni cagando.
Camina por el bosque y entramos en una escena melódica bella, realiza vocalizaciones superpuestas en el túnel cuya acústica es perfecta, te envuelve y conforta, no está sola…un hombre desnudo corre desde el otro lado del túnel hacia ella, quiere alcanzarla. El también grita, su eco es un alarido, como un pájaro desgarrado, cazando. Él la acosa, llega a su jardín. Lo capturan, lo liberan…
En sus paseos por el pueblo llega a la iglesia, le comenta al cura, con una pinta de rockero 80tero y bajo harta insistencia qué le pasa. Él le dice algo como “podrías haberlo evitado” “los hombres a veces le pegan a las mujeres, pero él murió”. Es un tu estás aquí y habrías seguido aquí…él no está. Lo mataste. Ella, obviamente lo manda al carajo.
Luego va a un bar, donde el policía le explica el porqué dejaron en libertad al acosador, que no exagere, hay varios hombres todos parecieran simpatizar con el policía (todos interpretados por Rory Kinnear). Cuento corto, todos estos hombres llegan a la casa, por separado, la siguen, irrumpen en ella, la intentan violar, la maldicen, la tratan de perra, de estúpida, todos y uno a la vez porque es solo uno. Es una presencia, y este hombre desnudo que la seguía resulta ser una entidad que engendra y engendra a otros hombres que quieren dañarla de manera constante hasta que el último en nacer es….su marido.
Ella, ya agotada y ni siquiera impresionada de todo lo que pasa, ¿le pregunta “qué quieres?” y él responde “tu amor”.
Fin.
¿Será eso? ¿Será que en parte el daño causado históricamente hacia las mujeres es por una inseguridad de sentirse constantemente alejados y mermados? ¡Qué va! ¡¡¡Que manipulación!!! En vez de tanta violencia, tanto celo, tanta rabia, no son capaces de sinceramente decir: “ te necesito, ven, te quiero, esto me hace daño! Y si lo dicen, la mujer al ser posesión no puede ni debe tomar una decisión diferente a la que él quiere. La culpa.
Aparece la iglesia. No dejaré el manzano del cual ella come, del cual es juzgada y en broma le dicen “está prohibido comer de ahí” luego se burlan, le explican que la fruta se pierde y “que haga mermelada” La mujer endulza el fruto prohibido, lo hace tentador. Cuánto resentimiento hacia la iglesia y el daño que como mujeres nos han hecho. También está la autoridad de policial, la confianza y la seguridad del hogar, el compañero sexoafectivo, está toda la masculinidad heteronormada representada.
La música es increíble y más que con miedo, o el suspenso que propone ser el género de la película, al finalizar termino con rabia. Con rabia de que pensemos que hay ciertos avances, pero las niñas siguen acostándose con quienes tienen plata, porque las van a “proteger”, porque las mujeres sin tanta educación y con los kilos de miedo instaurados, no saben cómo realizarse un aborto de manera más sana, ya que legal pareciera que jamás. Tal como dice Ana de Miguel: “Existe optimismo si comparamos diacrónicamente nuestra vida con la de nuestras madres o abuelas, pero hay razones para el pesimismo si comparamos con la otra mitad de los seres humanos: los hombres.”
Y esa dominación disfrazada de amor, ese celo disfrazado de preocupación que padecen hasta las madres de gran parte de los cimientos de esta nación, son las que mantienen todo. La violencia es un efectivo medio de control social sobre las mujeres, el mejor.
Este ser que gesta y gesta a todos, simboliza como todos los hombres nacen de otros arraigando su machismo, bajo el slogan “me criaron así” e iría más allá…nacieron en su mayoría, de mujeres que también, por la misoginia general, crean envidia hacia otras. ¿Qué más absurdo que los celos de una suegra a su nuera?
El llamado matriarcado chileno, no es más que mujeres aguerridas que tuvieron que saber valerse, pero mantuvieron por ello, ese celo a que sus hijos hombres, fueran así…bien hombres. Que con no irse con otra, o no abandonar a los hijos son orgullo.
Escribo y me da rabia, insisto. El mirar que en el primer mundo necesitan demostrar como película de terror-psicológico-sobrenatural una especia de grito y auxilio social…me hace pensar…¿entonces nosotras acá, en este país que nadie conoce…cómo chucha nos podemos hacer ver? O peor…entender.