Loca Fuerte. Retrato de Pedro Lemebel (Óscar Contardo) y La Poesía Terminó Conmigo. Vida de Rodrigo Lira (Roberto Careaga). La Colección Vidas Ajeas de Ediciones UDP da a conocer estos dos títulos, en los que Contardo y Careaga abordan los recovecos vitales del cronista Lemebel y del poeta Lira, respectivamente.
En “Loca Fuerte” encontramos al Lemebel escritor, militante, provocador, la loca, el profesor de artes plásticas, hijo devoto, amigo de Gladys Marín: todos estos aspectos de su vida son descritos con la exquisita pluma que caracteriza a Contardo. Este Retrato de Pedro tiene pasajes notables, como es el recorrido de la amistad inicial y posterior lejanía del cronista con Roberto Bolaño, el rockstar chilensis radicado en España. También está el rescate de la infancia del autor de “Tengo Miedo Torero”, tiempo en la que el escritor aun no era Lemebel, sino que Pedro Mardones o sencillamente “el maricón Pedro”, como le decían los niños de su población, en tiempos en los que la agresividad y el menosprecio hacia las diversidades se encontraban arraigados en la sociedad. El futuro autor de “Háblame de Amores” nació en una familia con todo tipo de carencias, en la que el afecto sólo lo encontró en su madre Violeta, quien fue una figura central en su vida. De hecho, ya fallecida, él pidió que en su lápida se escribiera el siguiente epitafio: “Aquí me quedaré por siempre atado a tus despojos, mamá”.
Óscar Contardo aborda el trabajo desarrollado por Lemebel con “Las Yeguas del Apocalipsis”, en la que junto a Francisco Casas realiza diversas intervenciones artísticas (performances) en variados eventos culturales y políticos, los que generaban la incomodidad de un sector de la izquierda, incapaz de asimilar esos discursos de inclusividad. Llegó incluso a besar en la boca a un político que más tarde se transformaría en presidente de la república. El autor consigna un incómodo momento en el que a Pedro, previo a ser agredido en un evento proselitista, un grupo le grita: “En el partido comunista no hay maricones”.
Lo cierto es que mucha agua pasó por el puente y Pedro, que era un adelantado a esa época post Pinochet y –como era común en esos años- no se refugió en un clóset para ocultar su homosexualidad, encuentra a una aliada poderosa en el PC: la dirigenta Gladys Marín, quien paulatinamente logra que su colectividad entendiera las luchas feministas y de las diversidades, las que décadas después serán parte de su bandera de lucha.
Al inicio del libro Contardo consigna sus encuentros con Lemebel, los que tuvieron como propósito hacer una semblanza “polifónica” del escritor para la revista mexicana Gatopardo. Muchos de éstos se desarrollaron en el departamento de Pedro en el sector Parque Forestal. Posterior a su muerte, Óscar Contardo logra entrevistarse con quienes fueron sus más cercanos, bosquejando así los elementos que fueron construyendo su personalidad y su obra.
Pedro Lemebel tuvo todo en contra: la pobreza material, la carencia de contactos en el mundillo cultural y, sobre todo, su amaneramiento mal venido en el Chile de los ’90. A esto hay que sumar su valentía en la defensa de la diversidad sexual. Él se enfrentaba a un mundo adverso en un momento en que sus luchas no eran parte del discurso del “buenismo” que posteriormente asumirían los progres. Con los años, los mismos que se mofaron de él, que lo escupieron y que lo golpearon, lo colocarían como estandarte en sus afiches, sus poleras y sus bolsas de feria artesanal, en una especie de Che Guevara de la contracultura.
Sólo dos cosas para finalizar con el libro de Contardo: resulta cinematográfico el “secuestro” que hacen de él sus amigos para cuando Lemebel se encontraba internado por su cáncer, y lo conducen hasta el Centro Cultural Gabriela Mistral para un homenaje en que los invitados le dieron el último aplauso en vida. Ese día Lemebel, el peleador, la loca fuerte, lloró. Su posteridad estaba garantizada.
“La Poesía Terminó Conmigo” también aborda la vida de un outsider: Rodrigo Lira, un chico nacido un día 26 de diciembre de 1949, mismo día en que 32 años más tarde se cortaría las venas en una tina.
Lira participó en hechos cruciales de nuestra historia contemporánea: la toma de la Casa Central de la Universidad Católica, la misma en la que se deslizó el icónico letrero que rezaba: “El Mercurio Miente”. Se relacionó con Zurita (que fue objeto de sus dardos literarios), Nicanor Parra, Enrique Lihn, Armando Rubio, entre otros. Participó en la inolvidable revista La Bicicleta, un estandarte de la cultura popular en tiempos de dictadura, con sus cancioneros de los compositores del Canto Nuevo censurados por los medios oficialistas. Incluso participó en el famoso programa de televisión ¿Cuánto Vale el Show?, recitando un pasaje de una obra de William Shakespeare.
A diferencia de Lemebel que sí tuvo en vida un reconocimiento a su obra, Lira fracasó en su intento de forjar un nombre en las letras nacionales. Se enfrentó a la indiferencia. Su familia esperó siempre que él ingresara en los cánones tradicionales: una profesión, una familia, hijos. Sin embargo, pese a que sus padres lo apoyaban económicamente, jamás vieron en él a un artista, sino que a un joven con un trastorno siquiátrico, incapaz de incorporarse a lo que ellos esperaban de él. A modo de ejemplo, su madre quedó perpleja cuando en la nota periodística de obituario se sindicara a su hijo como “el poeta” Rodrigo Lira, y fue mayor su sorpresa al divisar en la misa funeraria al mismísimo Nicanor Parra, quien le explica su presencia haciendo referencia a su admiración por Rodrigo.
En ambos libros reseñados se menciona a la Sech. En el caso del libro sobre Lemebel, como un espacio en donde llegaba Mariana Callejas, pareja del siniestro Michael Towley, la que pese a haberse descubierto su conocimiento de las torturas que realizaba su marido, ésta continuó participando de reuniones en Simpson 7, recibiendo el beneplácito de escritores, lo que por cierto hacía enfurecer a un joven Pedro Lemebel, entre otros. En el caso de Lira, se hace referencia a la Sech reseñando cuánto sufría el vate al ser discriminado y apartado en los contertulios que se desarrollaban en la Casa del Escritor.
Pedro Lemebel y Rodrigo Lira, desde distintas perspectivas y siendo activos partícipes del mundo cultural tanto desde la literatura o como performer, fueron personajes al margen, tan odiados como queridos, víctimas de la intolerancia de sus épocas, pero que supieron a través de sus obras dejar una huella. Estos sendos libros, escritos de manera elegante por Óscar Contardo y Roberto Careaga, hacen un justo y merecido homenaje a dos grandes íconos de la contracultura.