Reseña de Alexis Donoso González

El ejercicio que hacemos cuando leemos a un escritor es leer en el fondo la mejor versión posible de lo que él mismo quiere ver escrito y que nosotros leamos sobre la página. Parece una obviedad, pero en el fondo, esto es, estar frente a —leyendo— lo que lo impresiona. Las imágenes, las metáforas, los movimientos, las transferencias; cortes y ritmos que le generan un proceso de horas de neurosis, pero también de placer. En una palabra: el modo en que le interesa asombrar, asombrarse.

 

«Oír el cuento

como surcar un disco

o entrar en hembra

no termina

sino en silencio» (13).

 

La primera versión de LP de Marcelo Novoa (Viña del mar, Chile, 1964) fue publicada en 1987, aún en dictadura (1973-1990), por Editorial Trombo Azul, fundada por el mismo autor en los 80s. Se trató entonces de una autoedición a la que el poeta realizará ciertas precisiones, ajustes que, después de veintinueve años, entregará en esta nueva versión publicada por Mago Editores (2016) con el subtítulo Códex Final.

«La Poesía: aterrado hijo de vecino presenciando truenos de gato en celo arriba de los Lateríos Libro Primero ―sintetizador de voces, salí a buscar la mía:» (14).

Ennio Moltedo, en la reseña de contratapa, señala que el autor nos «avanza hacia el espacio libre de los afectos más íntimos». A lo que, en el mismo lugar, Juan Cameron agrega: «Las descripciones hechas por él [Novoa] al comenzar LP responden al diario de ese muchacho común de toda época», pero ¿qué son estos afectos más íntimos? ¿Qué es un muchacho común de toda época? Es parte de lo que el lector-oyente encontrará en estas sesenta y dos páginas de ruido y desmesura.

«Dejaré mi nombre junto a miles. Tatuado en la noche ―enciérrala en círculo / deja caer la aguja / pon oído: Muchedumbre de voces atrapada cruzando la calle― oye(s), me trepano la cabeza por ustedes» (19).

Se trata de música, porque al final de lo que estamos hablando es de música. LP es un disco en el que suena, por un lado, el vidrio molido de la realidad histórica, y por el otro, el vidrio molido de la realidad literaria. Lo interesante es que, por la cara que la aguja surque el disco, escucharemos su opuesto al revés y al horrísono. Sin embargo, no sólo gira en torno al sonido, sino también nos refiere a la imagen. El sonido y la imagen de un montón de escombros que se acumulan a nuestro paso, y que, vuelto hacia atrás, dando la espalda al futuro como el Ángel de la historia de Benjamin, el poeta, insiste en mostrarnos a través de estas páginas, los vestigios de un tiempo que se resiste «al soplo huracanado del progreso» (Echeverría, B. 2005). El desafío del lector será encontrar su propio sentido entre estos desechos de símbolos, escrituras y significantes.

Pero no se trata sólo de imágenes y sonidos, sino de una experiencia escrita que, incluso, aun siendo inventada, exige, como toda experiencia de la poesía, ser sentida, vivida, ser muerta. LP nos hace experimentar la tensión entre lo que se escribe y lo que no. Esto último, en el “Códex final” de esta cántiga prima de Novoa, jamás se vuelve su contrario. Se mantiene tal cual, intacto, inabarcable, sin ser tocado, y sólo accedemos a percibirlo por medio de los movimientos de su lengua-aguja que va surcando este disco de vida-muerte; permitiéndonos escuchar no el arte ni lo estéticamente musical, sino los gritos, la sarta de ruidos de “amor y hambre” que es la existencia humana.

«Crea, nunca más nos esconderemos bajo mesones de feria pobre, rozando las yemas o los muslos…Porque justo ahora tienes que irte, seguro, apuradísima hasta tu puesto y sólo podré verte a escondidas, por eso la distancia (…)» (27).

Ante la recurrente pregunta de ¿qué es poesía? muchos acudimos a arrojar nuestras mentiras de las que al final es probable que terminemos riéndonos a carcajadas. Se podría decir que, sucede lo mismo con LP, está abierto a cualquier definición. Es un objeto, disco de rock post-punk de los ochentas, una subjetividad escrita, un cuento, una mezcla progresiva de poesía y prosa que se oye de punta a cabo por alto parlante en una ciudad: “Sodoma Lindo Puerto” de Valparaíso en ruinas.

«“Eso no es música” El émbolo baja con espumarajos transparentes, siente el bombeo, los dedos afirman el bidón que casi está repleto. ¿Algo chilla la radio?» (35).

La poética de Novoa —vista como un hacer en general y no sólo como el acto específico de escribir poemas, crear versos— fluye volitivamente hacia el desborde de los géneros y sus límites. Entonces, corresponderá a cada cual definir, de serle necesario, si lo que lee o escucha, es poesía, narrativa, un libro-disco de ciencia ficción, el audio de una demolición, la banda sonora de la película de una pandilla de metaleros pesados o un álbum con canciones nostálgicas y raras. Antes, puede sernos útil para su asimilación, llevar a cabo el ejercicio de identificar qué profundidades y superficies suenan en cada una de estas composiciones, cómo se raya este disco, cómo el hablante subversivo de estos textos “se escribe de corrido”.

«ojo lector medio

sácale los ojos

al lector ideal» (41).

Para terminar, quisiera hacer una distinción entre dos tipos de dispositivos literarios. Por una parte, están los dispositivos meramente estéticos, de goce, entretención, que son la mayoría, por otra, los dispositivos de emancipación, que contienen a los primeros, pero llevan dentro de sí algo más, esto es, la gran pasión que los mueve, es decir, toda una rebelión. Pienso que LP de Marcelo Novoa, pertenece a estos últimos, pero es algo que el lector-oyente deberá confirmar por sí mismo. Pues al final, la poesía no es sólo una cuestión de libertad, sino de cómo se actualiza esa libertad.