Soy uno que colecciona.
Uno que guarda para más rato.
Uno que encontró una llave
pero no la usa.
Uno que observa de lejos,
uno que no participa del festín
pero lo imagina con detalle.
Soy uno que crea mundos
y tuerce las medidas.
Uno que desnuda con la mirada,
y abusa con el pensamiento.
Soy uno que muere muchas veces,
en cada víctima,
en cada llanto, en cada súplica.
Soy uno que colecciona ojos tristes
y desesperados.
Uno que guarda para más rato,
en una cajita de metal
no más grande que una mano,
recuerdos efervescentes,
y uno que otro objeto robado.
MADRE UNO
Yo también estuve enamorado
De mi madre.
Y luego la busqué
En otras mujeres,
Pues el incesto se me antoja
demasiado sugerente,
y de muchas consecuencias.
Pero bueno,
tengo muy buena memoria
en cuanto de mi madre
se trata…
…y una imaginación robusta.
LOZA
Cuando lavo la loza
Dejo que el agua corra.
Me llaman inconsciente.
No me importa.
Es un gesto,
Una pequeña contribución
al fin del mundo.
GÉMINIS
Y he aquí
que quiero que me descubran.
Cintas amarillas en el pelo.
La recogí en la calle Marchant Pereira
a eso de las cinco de la tarde,
y la boté tres días después
en unos basureros por Colina.
Algo tiré.
Algo guardé.
Soy uno que salva.
Usaba un bonito vestido,
Una blusa pequeña y rosada
con flecos…
Todavía la escucho ocasionalmente
gritar…
Los muertos deberían callar
si no tienen nada que decir.
TRAGICÓMICA
Ni cómico y trágico
el devenir corre impropio
más allá de tu alcance.
La comedia como tropiezo
de un destino trágico
no hace más que cegar tus ojos
y hundirte
en los brillantes paraísos de la utopía.
Sanguinolentos deseos,
inadvertidos estallidos de rabia,
agitan a la gran masa.
Apolo y Dionisio se la festinan
en una orgía de abusos y placeres
inagotables y culpas discontinuas.
No hay secretos pasadizos
que aúnen los destinos
del que sufre.
Las ruinas del desposeído
se acumulan monstruosas
en las caleteras de alguna
carretera concesionada,
siempre detrás de una alta muralla
que las haga invisibles.
La memoria le pertenece
al mono productivo.
El hombre de la calle
revive su desnudez y su olvido,
pero no nace de nuevo,
ni deja huellas.
El opresor no tiene miedo.
Sabe que la paciencia paga.
Las ruinas se siguen acumulando
luego de cada explosión,
de cada estallido,
y la culpa,
como un abrazo de madre
hace su trabajo.
FINALMENTE
Y finalmente
No eras tan bueno
como pensabas.
Clavarán sus uñas,
hombre de familia,
En tu miserable historia.
Encontrarán cada objeto
que con el alma en pena
escondiste en lugares secretos.
Tus hijos se alejarán
avergonzados y tristes.
Pensarán que eres otro,
un fantasma que abre
puertas en la noche,
que deja huellas de pan
en los pasillos,
y arena en los sillones.
Dormirán con miedo
a encontrarte en algún mal sueño.
Ella dirá
que te gustaba mucho el vino,
y llorará tibia
recordando esas noches negras,
inventando algo para apagar
la incertidumbre y el horror.
Y tendrá que volver a ti.
A ese cuerpo invisible para todos
pero no para ella.
Y curará tus heridas
y manchará sus uñas
y sus dedos.
Y tú, hombre de familia,
le pintarás el cielo de rojo
con un recuerdo de sangre,
y se pasarán las tardes
en silencio, esperando
que alguien saque la basura
que se acumula descontrolada
desde que todos se fueron.