Recitando la nada se desplazan por la era del vacío creyendo en una consagración que nunca llegará.
Una plaga de lirismos mesiánicos pulula entre la multitud de voces que contaminan el aire multiplicando la polución ambiental. Cientos de gases tóxicos que vomitan boquitas sencillas, ambiguas, multiformes, que abusan de los adjetivos, inventando metáforas que aluden a su vanidad, a su escaso talento, a su particular concepción de la vida.
Se trata de una cofradía de poetas benditos que odian y desprecian la poesía de Neruda, de Parra o de Huidobro. No tienen conciencia de sus limitaciones y carecen de todo pudor cuando llega la hora de subirse a un entablado, y micrófono en mano disparan una docena de versos arrebatados a su intelecto y a su pobreza de vocabulario, que, por instantes, resulta patética.
Son pequeños ghettos que proliferan como hongos silvestres, venenosos, en cualquier sitio de la ciudad, donde hacen gárgaras con la palabra cultura; cuestionan la teoría literaria que en general desconocen, y la experiencia de siglos de poesía creada por vates de excelencia; declaman con irreverencia, asumen que su rol es transgredir los estilos y proponer una estética crítica pero que carece de fundamentos a la hora de analizar su proyecto poético.
Asumen un estereotipo artístico que compensa artificialmente la falta de conocimientos sistemáticos, “poeta”, palabrita en apariencia sencilla, pero de gran complejidad y exigencia. No es cosa de urdir unas cuantas ideas básicas, dispersas, para adquirir tan noble condición, pero como la ciudad está plagada de herejes y patudos, aparecen de improviso los guarenes que se homologan con el término, traicionando al diccionario, abusando del idioma, trinchera desde la que dogmatizan, enunciando algún punto de vista raquítico como sus neuronas, convirtiéndose arbitrariamente en personajes que hablan desde un falso principio de autoridad.
En gran medida son fundamentalistas, y por tanto representan lógicas cerradas, con un aire de fascismo, antitéticas pero carente de proyecto, negadoras de los procesos cotidianos que deben asumir los hombres de hueso que transitan por la ciudad haciendo de las suyas, para ganarse el pan nuestro de cada día.
Quien haya asistido a un recital poético perpetrado por estos iluminados, los que además cuentan con la vena de Dios, a quien también niegan o rechazan por su discurso metafísico, tendrá una visión más categórica sobre su prepotencia y la exaltación de sus egos. Todos leen poemas que nadie leerá por iniciativa personal, o porque posea cierta sensibilidad frente al género, de tal manera que, se trata de un proceso circular en donde el propio autor se comunica consigo mismo, y con uno que otro despistado que mostrará una expresión facial de interés por el texto, aunque por dentro esté completamente aburrido, esperando que pasen los minutos para beberse unas copas de vino a la salud de los poetas de turno.
La envidia de los demás recitadores es otro síntoma de la descomposición de estos ambientes. No están ni ahí con la problemática enunciada por el parlante que declama sobre el escenario, solo esperan su turno para dar rienda suelta a su legítima, aunque pobre expresión lírica.
Criticarlo todo es su norte, y por tanto, la rivalidad es un factor que agudiza la competencia. “Todas iban a ser reinas”, pero la noche termina devorándose esta vorágine de intenciones artísticas, provenientes del esfuerzo de una naturaleza didáctica y un tanto compulsiva.
Chile país de poetas versa el mito popular y un porcentaje importante de jóvenes y viejos relacionan este axioma con su propia identidad, convirtiéndose después de unos cuantos versos en críticos eximios de Neruda, la Mistral y otros poetas que nos legaron un patrimonio poético sólido, culto, que se proyecta a través de voces como las de Juan Cameron, Teresa Calderón, José María Memet, Amanda Durán, Aristóteles España, Horacio Eloy, Elvira Hernández, entre otros.
Como corolario a este grupo de personajes grandilocuentes que transitan representando un estereotipo falso por la vida, solo cabe elevar un cartel de protesta popular que diga: SE PROHIBE ESCRIBIR POESÍA.