En medio de un desierto, enfrentando el mar, los silencios atiborrados de estrellas te ubican en la nano dimensión del todo, como partícula fractal de lo desconocido. Con el crujir de naufragios cósmicos se desmoronan los paradigmas y los dogmas.

En los círculos del universo, algo te anuncia que hay probabilidades de cambiar de anillos, pasar de lo carnal a lo espiritual, de la banalidad del mal a la consciencia holística de la Naturaleza, saltar de la frustración a la esperanza, del dolor a la risa, del placer al tedio, de la monotonía a la sorpresa, de la razón a la intuición. El libre albedrío orbita en cada acción que realices y la responsabilidad por tus actos no se delega, es tu decisión y sus consecuencias. En el colectivo fluyen las probabilidades y tras cada yerro el retroceso de la involución. Es la rueda de la vida, del pequeño morral en que se nos asigna un tiempo.

Los registros son selectivos, el cerebro solo archiva lo relevante, pero el inconsciente guarda detalles, incluyendo aquello que no quieres recordar porque te avergüenza o te duele. La memoria superpone registros y adultera pasados. Los viejos catecismos huelen rancio, eres producto de dogmas que sesgaron tu mirada. Las anclas se levantan, zarpa una nave a la deriva, debes tomar el timón, el descubrimiento se inicia. Renacer es la impronta para vencer.

Por el remolino huracanado del tiempo asciende una llamarada de interrogantes que buscan descifrar los misterios del universo. Pretensión soberbia, pero motivadora. La razón claudica ante auroras boreales y apenas es mi intuición la que se cuela por los pistilos de una flor magnifica para llenarse de polen primigenio. La recurrencia de los sistemas te dicta que lo que es arriba es abajo, es un conocer perceptivo, automático, el cansancio de vivir manipulado por amos torvos y malignos. Quieres develar los olimpos de falsos dioses ebrios, que decaen envidiosos frente a humanos de sangre ardiente. Recorrer los siglos tras vislumbres cotidianos del poder atemporal, el mismo de los festines faraónicos o mesopotámicos, en tiempos submarinos o eras subterráneas, saludando en aldeas o feudos, la llegada de combatientes cazadores, que arriban con el oro de sus saqueos, con pertrechos de sedas y licores espirituosos.

En ese deambular por el poder, te perfilas como auriga de emperadores o escriba de alquimistas secretos, guardia pretoriano detrás de los bacanales de los poderosos. Vigilando becerros de oro. Simpatizando sensual con diosas vengativas por el adulterio evidente de los dioses con las hembras humanas. La vorágine de una montaña rusa me aterriza en los infiernos, hasta que los consejos de ancianos me contratan de poeta y voy por el circo, declamando líricas adulaciones a los patricios. Ilustrado esclavo, líder de los bufones, la danza del vientre es un precipicio de volcanes desatados, el placer es parte del juego corrupto de reinados degenerados por el incesto.

Veo cómo los sabios se resguardan en catacumbas. Veo las cavernas estampadas de geoglifos diseñados con cinceles mentales. Exploro los campos neuronales para escudriñar los límites del átomo. La física cuántica es un laberinto desconcertante que podríamos recorrer si activamos la conciencia propia. Se entreveran los sofismas, la palabra carece de lógica, es exploradora sin brújulas. Las pirámides son legos de piedra trabajada por la mente, si somos semejantes al creador, también podríamos hacerlo, pero más allá de las habilidades neuronales queda la brecha del espíritu. Dejo aflorar energías dormidas, congeladas en la prehistoria de los dinosaurios, pero la puedo despertar por la hipnosis o la meditación. En este vértigo interior, la palabra es una picota que rompe los tiempos, tanteando con hambre de conocimiento, experimentando puentes hacia lo metafísico, entendiendo como simple mortal y poeta que debemos recuperar los principios naturales de convivencia, rompiendo burbujas que nos aíslan, recuperando la pertenencia al todo, en energías de armonía con los animales y la naturaleza, con humildad, tomando un sitial en el complejo e interdependiente espacio vital, cumpliendo con la evolución hacia un amor desprovisto de ego, hacia todos los seres vivos.

Cuando regresas a tu presente y vuelves la mirada a los poderosos, famélicos en su decadencia, te estremeces con las miles de almas infantiles tronchadas por ese genocidio que en eufemismo callan las élites asociadas en la guerra. Ves a la humanidad tratando de abrir puertas a la paz, pero el odio, el poder y la codicia asociados suman oro y mentiras para tergiversar la realidad y desterrar la paz a las mazmorras. En ese precipicio transitamos, con la inteligencia artificial dedicada a hacer más eficiente las masacres y la resistencia de los pueblos por la Vida y la Paz es categórica, pero perseguida por las élites.

Con la paz, hay un plan maestro refulgente al final del túnel. La humanidad reverdecerá como musgo en los desiertos. Un espacio multilateral, con equilibrio de poder, está naciendo. Pero debemos esquivar la avalancha de estiércol que bloquea los ojos y oídos de las urbes, la ignorancia servil de genuflexos. La mentira edulcorada fluye, frenando convicciones, reprimiendo, la codicia se infiltra por los pasadizos de los templos y los palacios. Los profetas de la vida deberán multiplicarse, copar los parques, llevar la palabra a los sencillos, sin púlpitos ni testeras, formando un enorme coro que eleve las banderas de una nueva humanidad.

Valparaíso, 13 de junio 2024.