Vi a la muerte que me vigilaba,

que movía objetos,

y ponía sensores en la casa.

Todo lo tenía controlado en mi ficción.

Controlada mi compañera e intervenidos

los computadores.

Al borde de la locura y la muerte por las sustancias.

Mi casa era un montaje que había creado

una organización a través de una red antidrogas.

Y nosotros por consumir sustancias fuimos elegidos.

Vi a la muerte equivocada,

rondando la casa.

Coludida con la PDI, la policía y los vecinos.

con el pueblo, la ciudad y nosotros

investigados por esta organización.

La vi en personas, en la calle, en los autos.

Intervino la televisión, la radio,

todo lo que chirriaba, emitía algún sonido

o era animado,

la muerte era la encargada.

La vi en todo y dilataba mis pupilas.

Todo era de su dominio.

Los pensamientos, las palabras y las cosas.

Una paranoia se apoderaba de mí,

al punto que aceleraba mi corazón

y me hacía alucinar.

 

La muerte hermosa y hedionda,

obsesiva y ambiciosa había creado

las sustancias y quería dominarlo todo.

Las religiones para aplacar su dominio

se habían corrompido.

Las drogas chamánicas eran

intervenidas y el mundo

no necesita más vida.

Vi a la muerte amenazándome con ella misma.

Con un chuchillo y con drogas para inculparme.

Disfrazada de buenas personas,

animales, objetos y plantas,

Enamorada de mis pensamientos.

La vi en la luna, en las catástrofes,

en el frio.

Metida en mi vida, casi real.

La casa crujía, los pájaros, los gatos

y las sustancias eran sus aliados.

Mátame le dije en mis delirios,

la insulte en medio de ella misma,

cuando mi corazón no paraba de latir.

Vi a la muerte en las catástrofes,

en las ciudades, hacinamientos, en los cines,

bibliotecas, estadios, en lo mall.

Acostada a mi lado tiritando de frio.

 

 

Al principio me picó el cuerpo,

luego la paranoia, después el delirio

y la alucinación.

Cuando vi que la puerta del

ropero se empezaba a cerrar,

salte de la cama como un loco

y la conminé desnudo y sin miedo.

Vi a la muerte transformando

el día en noche,

y su niebla en la ventana.

Fue el año más frio y lluvioso que recuerdo

en Coquimbo.

En la mañana revise mis pupilas,

habían disminuido y la muerte

me soltaba.

Pensé que había decepcionado a la vida,

y venia por mí,

pero le dije, conversemos,

con un cuchillo de acero oxidado en la mano.

Cuando me vino a buscar,

le dije, estoy armado contra tus aliados.

Y cuando el inspector de la organización

apareció en mi sueño.

“No hables mucho y tu demanda

por usurpación de la intimidad está en proceso”

 

 

La muerte que tiene mal genio,

se reía de mi sentada en la quebrada.

Vi a la muerte que había creado

dominar el mundo.

a través de laboratorios intervenir

sustancias, pastillas,

jarabes para la tos, jugos, helados,

licores, bebidas y combustibles.

En los escenarios, congresos,

en las filas de los bancos.

Como en esas películas donde

la cara del actor se transforma

en la de un extraterrestre.

Vi a la muerte metida en mi cerebro,

con un chip instalado para joderme

y anular mi vida.

La vi en banqueros, empresarios,

comerciantes, científicos, artistas,

poetas y futbolistas.

La vi copular con el frio hasta convertir

el mundo en escarcha.

Intervino sustancias en las poblaciones,

en los barrios, en los condominios,

en los departamentos.

La vi matando, trasgrediendo,

corrompiendo al poder

y al miedo.

La vi con una pistola hechizo

golpeando y apuntado mi cabeza.

Coludida con los peores

mafiosos, las cúpulas

del poder y los políticos.

La vi en entierros,

funerales, velorios.

La vi entrando a mi casa

y desnudo la increpe.

Prendí una vela,

limpie la casa,

saque la basura

y me bañe en el

antiguo lecho

de la quebrada.

La vi entrando y saliendo

del cuerpo de mi hermano

y dejando manchas en su cerebro.

Hermosa y hedionda,

anda rondando la quebrada.

Está en la televisión,

arriba de un auto, en los pasillos

de los supermercados, en la caleta.

La vi depredando la mar condenada por la vida.

Abandona este cerebro le dije.

Ella se reía de mí sentada en la quebrada.

La vi bombardeando ciudades y pueblos,

quemar bosques, contaminar el agua

y hacer zanjas tan grandes en la tierra,

que el desierto y la cordillera de Chile

parecían un planeta devastado.

Intervino ríos, valles y lagos.

Mató a mis ídolos y a los ídolos de mis

amigos, hijos y nietos.

Todos morían tempranamente,

como los genios.

Porque la muerte no quiere chicos

brillantes.

Intervino los laboratorios

y las sustancias nos hicieron adictos.

Cuando los astronautas dejaron

sus capsulas y los veteranos de guerra

sus vidas.

Cientos de submarinos zarparon

de las costas de Inglaterra.

Las ardillas del Central Park

se volvieron carnívoras.

 

La muerte tiene mal genio cuando

te seduce.

Apaga y enciende la luz,

enemiga del silencio.

No tiene imaginación,

por ello interviene sustancias.

Enamorada de la vida es arrogante,

sin respeto, odia el sueño.

Fisgona, errática, hermosa,

brillante en su oscuridad.

Le dije conversemos con un cuchillo de acero oxidado en mi mano.

 

No duerme o tiene trastornos,

Obsesionada quiere dominarlo todo.

Es helada, amiga de las glaciaciones

Y las catástrofes.

Finita como la vida.

La muerte me vino a buscar.

Le dije llévate lo que quieras,

pero me olvidas hasta que los gusanos

tengan muy poco que comer.

La muerte espiritual, espiral,

cerebral se enquisto en mi cuerpo.

Morí de pena en fosas,

Con rieles en el mar.

La muerte rito, santa, sincrética,

ancestral, alivio y descanso,

beatifica y brutal.

Sangre en el cerebro,

tumor maligno.

La muerte de los grandes salones

y casinos.

La Hollywood, Londres

Miami, Las Vegas.

La terca, parca e infame.

La vi quemándomela cabeza

y la golpee poseído por las sustancias.

Era viernes y los espíritus estaban de fiestas.

Prendí la estufa, una vela y espere que se fueran de farra por los suburbios.

Dormir era mi droga

Y fui contra ella y le dije,

Yo no sé nada,

lo mío son alergias,

paranoias absurdas,

consumo de sustancias,

licores, vida, realidad, ficción.

Cuando dejo la quebrada,

y los perros y los pájaros de la noche estaban en silencio,

las sustancias hacían nata en Coquimbo.

La vi en hospitales, en hospicios,

en hospederías, en cárceles.

La vi con frio en la Playa Changa

buscando colillas entre los deshechos

y los cerros de la Parte Alta.

Y cuando eche ají en la estufa y los malos

espíritus se retorcieron,

me di cuenta que era poderosa como un ciclón.

La vi en los videos juegos,

en las películas para niños.

En todas las redes coludida con las grandes empresas

de informática.

Quería la infancia,

y a los viejos los mataba a la antigua.

Quería a los líderes del mundo, a sus representantes

y reventar la industria.

Adictos a las sustancias se tomarían las telefonías

y los satélites para informar su dominio.

Y cuando los niños, sus pantallas

y sus cerebros estuvieran intervenidos,

la muerte se reiría de nosotros

por indolentes y tercos,

por dejar la vida sola y muriendo.

La hiperrealidad estaba en juego

matando y usurpando,

timando y engañado a comunidades,

a tribus, ancianos, estudiantes.

Ella con su poder quiere dominarlo todo

y destruir el mundo.

 

 

 

Cree sílabos,

simples versos que la espantaran.

Y dije Sin Muerte en mi locura.

El frio amaino en la quebrada,

las crías de los gorriones

y los gatos salvajes volvieron a sus cuitas.

La niebla se disipó.

Sin Muerte repetí en mis sueños, vigilias

y en las tardes a la hora de la oración.

Fui por las caletas con mis sílabos,

que repartía en papeles

y cambiaba por pescados.

Vi en el mar los bosques de huiros

cercenados y molidos por la hiperrealidad,

autos de lujo cerca de vertederos

y basurales en playas hermosas.

Tráfico y corrupción en el desierto

más árido del mundo.

Poseídos por el dinero y el poder

y humillados por el éxito.

Vi a las ballenas cantando

para evitarla.

Y dije Sin Muerte en la península

en las islas, en el mar y en las montañas.

Y amaneció en mi ventana

y no era una alucinación.

Y me fui arriba de barcos

conteiner, grúas, muelles

y puertos.

La vi sobornando dirigentes

y a políticos.

La hiperrealidad se estaba instalando

en grandes cultivos, bosques, plantaciones

y quería la selva y el mar.

Las Tórtolas volvieron anunciar

la tarde y las Añañucas empezaron

a poblar los cerros.

Y si los viejos pasaban agosto,

la muerte se iría de una vez de la quebrada.

Dije Sin Muerte en la casa de mis hermanas,

cantando con el sol entre los cerros.

Convoque a mis sobrinos,

sobrinos nietos, a los hijos de mis amigos

y familiares, llegó mi madre por convicción.

Yo deje el bote varado en el muelle,

para que la muerte se fuera,

mar adentro, mar afuera.

Porque la parca se había enquistado.

Entonces cree un pueblo donde

no pudiera llegar.

Lo cerque con dunas,

y puse un gran letrero

que prohibía su entrada.

Distribuí sílabos entre

los vecinos, los viejos

y los niños,

El pueblo resistió las marejadas,

Libre de tribulaciones vimos

emerger la luna del mar.

Y en mis sueños la paz

contaminada y en mis

pesadillas el glifosato,

y el fraking.

Deshechos en los garajes,

En las bodegas y carreteras.

Electrodomésticos, autos viejos,

Estructuras en los puertos.

Me interne por arroyos,

médanos, estuarios, bañados,

lagunas,

El agua en las capas subterráneas

amenazada por el oro negro.

Vi las ánimas de los poderosos

en el universo dando vueltas

sin destino.

E imagine un mundo,

sin héroes, ni efectos especiales,

sin zonas de sacrificio,

ni concentración de la riqueza,

sin las sustancias.

Un pueblo sin usura y lucro, un país imaginado por un niño.

Saludé a los vecinos, a las luciérnagas,

a las noctiluca brillando y cante en la bioluminiscencia.

 

Las voces electrónicas, las tarjetas

y los comedores con pantallas y ruidos

fueron de la hiperrealidad aliados.

Y la vi la en los aeropuertos y terminales.

Mis sílabos fueron un barco de papel

que eche a correr por las cañadas.

Mi barco entre bañados y humedales

llevaba mis sílabos.

Mi barco pequeño hecho con

una hoja de papel,

tenía en un costado escritos mis sílabos.

Mi barco real e imaginario,

tenía pintadas las palabras

Sin Muerte a babor y a estribor.

 

En las ciudades las alarmas,

infrarrojos y censores.

Detectores de ruidos, de personas,

pantallas, cámaras, guardias.

La hiperrealidad nos protegía

de los siniestros delincuentes.

Los satélites nos proveían

de imágenes y placebos.

Los edificios y los cerros

se poblaron de antenas.

Y se lucraba con la seguridad

en las ciudades y en los pueblos.

Mi barco se convirtió en amuleto,

en un chiche para relajar la mente.

Mis sílabos eran objetos de culto,

en casas e iglesias improvisadas

por chicos adictos a los combustibles.

Los otros, los adictos a las sustancias,

habían creado una iglesia “SIN MUERTE”

con el dinero de los fieles adictos.

En grandes espectáculos de ilusionismo

y cinética hacían aparecer al diablo en las nubes

y dios muerto en una riña con un físico

era proyectado sobre las cumbres de los rascacielos.