(Por Feminismo Autoconvocadas y del Referente Político Social –RPS)
Como Feministas Autoconvocadas y del Referente Político Social- RPS, compartimos nuestras apreciaciones sobre los resultados del plebiscito del domingo 4 de septiembre:
Primero, saludamos a las organizaciones de mujeres y feministas que se manifestaron críticamente frente a la coyuntura electoral y constitucional: la declaración del Movimiento de Mujeres Clasistas MMC, los debates realizados por lesbofeministas antirracistas “Tierra y Territorio”, y los mensajes de compañeras que, en Chile y desde otros países, manifestaron sus cuestionamientos al proceso, son un aliciente para seguir levantando una visión y una práctica feminista desde la vereda de la autonomía.
Segundo, continuamos sosteniendo que la propuesta constitucional que autodenominaron feminista, lejos de ser una vía de solución a las necesidades urgentes de las mujeres, fue parte de una salida legalista y normativa que la casta política empleó para aplacar las energías transformadoras de la revuelta popular y, con ello, restaurar el orden político en crisis desde el 18 de octubre de 2019.
En este sentido, las demandas instaladas por organizaciones feministas, como la coordinadora feminista 8M, no fueron reflejo de la radicalidad de la lucha de las mujeres ni de las necesidades urgentes que debemos enfrentar. Al contrario, sus demandas solo demuestran la elitización de una parte del feminismo y sus vocerías. Por ejemplo, la propuesta de paridad como mecanismo de inclusión de mujeres a cargos institucionales del Estado, ¿fue una demanda de las feministas durante la revuelta? En ese momento se denunció al Estado opresor y violador como productor de violencia patriarcal, incluyendo a las policías y al sistema judicial, jamás se pidió algún tipo de cargos. Además, tenemos experiencias recientes de mujeres en el poder, lo que no ha implicado cambios en las lógicas patriarcales de las instituciones que las incluyen. La paridad, para nosotras entonces, es una demanda del pequeño círculo de mujeres privilegiadas que puede optar a cargos públicos de alto nivel.
Además, nos preguntamos ¿las mujeres necesitamos más Estado? Otras lo han dicho: la historia del Estado está irrestrictamente asociada a la historia del Patriarcado. Incluso, la aparente misión de ‘proteger y garantizar’ derechos mínimos a las mujeres, presentes en leyes y tratados internacionales, no ha significado una disminución de la violencia contra las mujeres. Las cifras de violencia machista y feminicidios no se alteran por más legislación y normativas internacionales existan. Por tanto, ¿Qué valor tiene que una constitución reconozca el trabajo reproductivo y de cuidados, o los derechos sexuales y reproductivos, cuando ese Estado violento será el encargado de “velar” por ellos? En muchas de nosotras existe una profunda desconfianza en la institución y, también, en quienes han ejercido el poder desde ese lugar. Asimismo, las mujeres en este plebiscito no creyeron ni en ese Estado ni en sus portavoces, no porque seamos ignorantes, sino porque esa desconfianza se basa en humillaciones y engaños constantes que están a flor de piel.
Tercero. La profundidad del patriarcado incrustado en las relaciones sociales, en las instituciones y en el mismo mercado, no puede ser destruida con la enunciación de buenas intenciones. Menos aún, cuando esas intenciones – como en el caso de la propuesta constitucional- no mencionan la palabra patriarcado reemplazándola por desigualdad o inequidad, o cuando no hablan de feminismo sino de perspectiva de género. Con ello, se invisibilizan las relaciones de poder y la lucha histórica que han dado las mujeres para destruirlas. Así, el feminismo deslavado presente en el proceso convencional, perjudicó al movimiento, lo despolitizó y mitigó su potencialidad transformadora bajo el manto de ilegitimidad de la institucionalidad.
Por tanto, el resultado del plebiscito del domingo 4 de septiembre en ningún caso significa una pérdida para nosotras. Al contrario, solo confirmó que la vía institucional no es el escenario donde se destruye la alianza capital – patriarcado, y que debemos seguir luchando por nuestros propios horizontes.
Cuarto. Como feministas autónomas no queremos más Estado ni más mercado. Comprendemos que la estructura política es solo un cascaron que sirve para proteger los intereses económicos de los pocos que concentran las riquezas. Por ello, nosotras optamos por los caminos fuera de esa institucionalidad, teniendo por horizonte el fortalecimiento de los procesos de autogestión y de poder comunitario. Esto implica, por un lado, comunalizar las tareas de reproducción social y desmontar la subjetividad patriarcal asociada a la maternidad y la heterosexualidad obligatoria; y, por otro lado, el desarrollo de nuestra autonomía entendida como un logro colectivo. Esto significa que existe un “nosotras” que debe apuntar hacia nuestra construcción como personas plenas, capaces de decidir sobre nuestras vidas, recuperando la soberanía de nuestros cuerpos y también la de nuestros territorios, decidiendo colectivamente sobre nuestras necesidades auténticas, sin intervención del mercado ni las instituciones del orden.
Nuestro desafío es enorme y consiste en retomar las luchas históricas de tantas mujeres que desde el pensamiento y la acción libertaria, la autonomía y el actuar rebelde y subversivo, fueron rompiendo con la naturalización de nuestras opresiones, inferioridad y cosificación.
Luchamos para seguir avanzando en la construcción de un feminismo anclado en nuestra historia de rebeldías y en las luchas de los pueblos por su liberación. Apostamos por un espacio de confluencias donde todas nuestras perspectivas críticas, revolucionarias, anti- institucionales, tengan cabida. Debemos volver a juntarnos, discutir y proyectar un camino que por fuera del orden establecido nos potencie como sujetas políticas, y nos permitan trazar nuestro horizonte emancipatorio.
Por un Feminismo Autónomo del Estado Patriarcal.