Luego del fin de la dictadura argentina en diciembre de 1983, el país gozó de una paliza cultural sin igual. Y si de artistas oportunos se puede hablar, de esos que nacen en la época precisa para encantar al público necesario y colaborar con sus pares ideales, uno de ellos sin duda es Rodolfo Páez.

El 26 de Abril del presente año se estrenó “El amor después del amor”, serie biográfica inspirada en la vida del cantautor argentino Fito Páez. La pieza recorre en 8 episodios los primeros años de su carrera hasta el lanzamiento del disco homónimo y su posterior presentación en un mítico concierto en el estadio de Vélez frente a más de 80 mil personas.

Se nos presenta a un chico prodigioso y cuyo talento sobrepasa al de un maestro que le imparte clases de música desde pequeño. En cierto sentido el devenir de la serie se aprehende a lo tradicional y se enarbola en una suerte de universo dickensiano y hostil, poblado de señores formales y estrictos y tías bonachonas, lo cual le otorga un tono caricaturesco, pero no por ello negativo.

Resulta sumamente atractivo para los melómanos el ver teatralizados momentos a los que se podría llamar íconos de la historia del rock argentino, como el nacimiento de la línea de bajo de “Tres agujas” o la incorporación del bandoneón en “Giros”; detalles que nos denotan la genialidad de un artista que naturalmente incluía elementos pertenecientes a ritmos alejados del rock, pero que de igual manera conviven cuando se trata de dejar fluir la música.

Por otra parte, la serie también incorpora, por supuesto, momentos que han sido comentados en entrevistas y que algunos han pasado a ser casi hitos de esta historia, como el primer encuentro entre Fito Páez y Luis Alberto Spinetta, escena horriblemente actuada con un tranquilo Iván Hochman, quien parece ver en el flaco a cualquier músico emergente cuando se trata de unos los ídolos de su infancia. Por otro lado Julián Kartún da la impresión de que llevara meses ensayando un encuentro con Fito para terminar con un frío: “¿vos sos vos?” que en nada le hace justicia al momento que relata el rosarino en más de una entrevista y en donde es clara la espontaneidad y efusividad con que fue concebido este encuentro.

Sin perjuicio de lo anterior, y siendo justos con las virtudes de la serie, en el plano general las actuaciones no dejan de reflejar las personalidades de la manera en que las conocemos a través de las entrevistas y material documental. Iván Hochman hace un papel notable de una figura compleja; un Fito Páez tímido y a la vez efusivo, dejado y a la vez empoderado.

Pero sin duda uno de los trabajos más notables, a mi parecer, es el realizado por Micaela Riera, quien asemeja a una suerte de femme fatale encarnando a una joven Fabiana Cantilo que poco pareciera tener ambiciones musicales más que en la medida en que este arte la provee de un ambiente denso y autodestructivo. Y aquí, para hacer también alusión a los comentarios ya existentes a la obra de Netflix, una de las cualidades que más criticaron artistas como Fabiana Cantilo y Andrés Calamaro fue la superficialidad con la que se trató a sus figuras siendo contemporáneos tan cercanos al protagonista. Calamaro hacía frente al hecho de que su presencia en la escena musical de aquel entonces era mucho más predominante de lo que se presenta. Recordemos que “el salmón” tiene una única aparición en una escena en que se encuentra encerrado en un cubículo junto a Charly García y Fito Páez grabando “La rueda mágica”. Por su parte la vocalista de Los Twist se manifestó aclarando que en su vida en aquel entonces había mucho más que Fito Páez, y que su carrera musical constituía una actividad sumamente amplia en contraste con la que se enseña en la serie con su personaje tipo Amy Winehouse latina de los años ‘80.

En respuesta a estos dos alcances cabe decir que “El amor después del amor” en ningún caso pretende abarcar las vidas de cada personaje representado en la historia más que en la medida en que resulta fundamental para entender el presente de su protagonista. Habría que tomar a Micaela Riera y Javier Morado y hacer la biopic de cada uno para que luego David Lebón alce la voz manifestando su nula aparición en estas.

Quizás pudiera tildarse a esta serie de abusar de los lugares comunes si de un drama se trata, a lo que se puede responder igualmente que en la vida del autor de “Tumbas de la gloria” hubo de todo; huérfano a temprana edad, un homicidio en su familia, relaciones sentimentales tóxicas, rupturas significativas, etc.

“El amor después del amor” pareciera ser en cierto modo otra respuesta latina a la persistente camada de películas y series biográficas que se han vuelto populares en los últimos tiempos, obras en las que se tiende a rememorar, homenajear y -lo más interesante- cuestionar el valor de los artistas que brillaron a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Esto, nuevamente nos pone en evidencia lo poco ambicioso del terreno en las siete artes, al demostrar que estas ya no se sostienen por sí solas, y en donde predominan las revisitaciones en desmedro de un producto puramente original.

Cabe destacar finalmente el cómo la serie culmina con un momento épico y en el cual el artista llega al punto máximo de su carrera; tanto creativa como emocionalmente. Ese instante en que todos los pesares, todo el barullo de emociones se mezclan en una juguera que luego pasa a ser colada meticulosamente por la producción musical y acabar en un espectáculo del más alto nivel; música y lirismo conviven en “El amor después del amor”, el disco más vendido de la historia del rock argentino, y que es sin duda una de las más grandes obras de la música en habla hispana.