POCO SUELDO, un cuento de Manuel Rojas.

Por Alexis Donoso González.

 

Una interpretación singular a la manera de Riffaterre (1983)[1] nos conduce a perdernos en el texto, a decir que, el lector es extraviado por el texto a la búsqueda de una lectura menos común.

 

Poco sueldo[2] (1929) de Manuel Rojas (Buenos Aires, 1896 – Santiago, 1973) propone a lo menos tres formas en que el texto quiere ser leído, siguiendo la perspectiva de Jameson (1989)[3] de “leer textos literarios como actos simbólicos” y de “afirmar la prioridad de la interpretación política de los textos literarios”, lo que es de interés aquí abordar de manera que se pueda llegar a esa interpretación distinta que buscamos.

 

La primera lectura, tiene que ver con un horizonte histórico político, con una pregunta que surge al enfrentarse a este cuento, y que sirve para mostrar aquello que no se dice en el texto, que se encuentra presente, pero de manera ausente, y que permite en general describir algo que no describe literalmente, esto es, a saber, ¿cuál es su trasfondo histórico y político?

 

Poco sueldo, fue publicado inicialmente en Santiago de Chile, el 7 de abril de 1929 en el periódico La Nación —en plena crisis económica—, y luego en 1934 por Editorial Nascimiento. Manuel Rojas, anarquista, militante fugaz del Partido Socialista, colaborador de diarios como La Protesta de Buenos Aires y La Batalla de Santiago, fue opositor y crítico de Carlos Ibáñez del Campo en cuya dictadura las garantías y libertades fueron reprimidas y extraviadas[4].

 

Un tiempo además en que las políticas públicas destinadas a la represión del alcoholismo con las Zonas Secas, habían sido instaladas desde Alessandri, seguidas por Ibáñez entre 1920 y 1930. Marcos Fernández Labbé[5] en su artículo Las comunidades de la sobriedad: La instalación de zonas secas como método de control del beber inmoderado en Chile, 1910- 1930, señala:

 

«A partir de 1920, y producto tanto de la presión ejercida por sectores de los grupos dirigentes y de la sociedad civil con respecto a la necesidad de la aplicación de medidas concretas contra el alcoholismo (…) fueron aplicadas en Chile una serie de medidas de gran actualidad para la época, en términos de estar en coherencia con las estrategias puestas en práctica por países como Francia, Alemania o Estados Unidos. Dentro de este espectro de nuevas medidas, quizás la más ambiciosa y de impacto más evidente fue la instalación, por parte de empresas mineras norteamericanas y autoridades chilenas, de zonas secas y zonas de temperancia limitada, es decir, sectores del país en donde estaba prohibida la ingesta de bebidas alcohólicas, ya sea cualquiera de ellas, o solo los destilados de mayor potencia embriagante» (59).

 

Estas políticas tenían un impacto positivo según del Pozo (Citado en Fernández, 2005) en sus comentarios a la Ley de alcoholes de aquel tiempo donde se lee que, «…bajo el régimen de la ley seca el obrero vive mejor, su familia se encuentra bien constituida, gana mejor salario, es más educado y culto. Él y su familia tienen mejor salud, comprende mejor y desarrolla el espíritu de ahorro y es mejor ciudadano».

Realidad que parece no concordar con lo que la mujer de Laureano González señala respecto del comportamiento de su marido el que: «Durante cuatro noches llegó al amanecer, que no se tenía de borracho; dormía un rato y se levantaba para venir a trabajar. La quinta noche no llegó y yo creí que estaría preso; pero no fue así. Un vecino, el maestro Lezana, lo encontró, a las seis de la mañana, en el servicio, sentado, lleno de sangre, como muerto. Se le había reventado un tumor en el estómago…».

 

Pero, ¿la miseria de Laureano González es su sueldo o una vida de adicción al alcohol, sin ambiciones? Laureano gana una miseria. De esto da cuenta en el instante que pide un aumento: «Gano tan poco aquí, señor, que apenas me alcanza para vivir mal, y tengo mujer y dos hijos», a lo que el administrador responde: «en realidad, no ganas demasiado». Esta miseria es el pago por el trabajo que hace, considerado de la misma manera que su sueldo.

 

El argumento que plantea que, subir el sueldo de los trabajadores no es pertinente, porque estos no saben qué hacer o malgastan en alcohol el dinero se nos revela risible, tal cual la ironía, que emana de la mujer, en cuanto a que Laureano, independiente del aumento de sueldo, iba a morir igual. Este sentido irónico del cuento evidencia a su vez la idea de una clase hegemónica, que busca por medio de medidas represivas, el control social y el aumento de la productividad.

 

En la segunda mitad de la década de 1920, Chile vivió una sensación de prosperidad económica, estimulada por una fuerte expansión del gasto público del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y destinada a modernizar la infraestructura productiva del país. Sin embargo, este auge tuvo su origen en un alto endeudamiento externo, producto de los créditos en dólares que fluían desde Nueva York, que se imponía como la nueva capital financiera del mundo[6].

 

Esta aparente prosperidad con endeudamiento, llegó a su fin con la crisis económica internacional, que comenzó en octubre de 1929 con el derrumbe de la Bolsa de Nueva York. La crisis del mercado de valores provocó una falta de liquidez que llevó a una drástica caída de los precios internacionales de las mercancías y de la mayoría de los activos, ocasionando —en último término— una crisis bancaria a escala mundial, especialmente en los países con sistema de patrón oro. A comienzos de 1930, las consecuencias del hundimiento de la bolsa de valores estadounidense fueron vistas como algo temporal; sin embargo, a mediados de 1932, ya nadie tuvo duda que se estaba en presencia de la mayor crisis económica de la historia, siendo bautizada como la Gran Depresión.

 

La segunda lectura, tiene que ver con lo que Jameson denomina “el horizonte social”, lo que a partir de una interpretación estética del texto nos extravía en las descripciones de los detalles, tanto de los espacios en que se dan los hechos como de los personajes que le otorgan forma al cuento. Estas descripciones que a menudo causan risa, serán “el cómo”, “la forma” de la que el narrador se sirve para contar irónicamente los acontecimientos: sentido irónico del texto.

 

El texto dice léeme, plantea su perspectiva individual, de manera que sólo importen los detalles en las descripciones precisas del espacio que, en su orden, invierte las jerarquías situando a la izquierda, a la gerencia, y en el segundo piso, por sobre las habitaciones de la administración, los talleres y la sala de máquinas. Así también los personajes son descritos: un vejete con cuello de cartón, unas tijeras casi tan grandes como un hombre, un hombre de edad indefinible que parece amasado en barro; salido de la alcantarilla. Una empresa sin corazón, una mujer de edad indefinible como la mugre; rozando de este modo, una especie de percepción fantástica y mítica del cuento, que nos va a interesar menos que la oposición de clase, el contenido dialógico y antagónico que aquí se efectúa.

 

Percepción fantástica y mitológica invertida, en tanto que, la idea de que González y su mujer son de edades indefinibles, parecen de barro, salidos de las alcantarillas como unos Adán y Eva de la miseria modelados por dios, es otra posibilidad de lectura que nos ofrece el texto. Poco sueldo, dice, su propio autor: «es un asunto que ocurrió, palabras más o palabras menos, en un gran diario de la capital de Chile»[7].

 

La caricatura que el narrador (o voz cultural hegemónica) hace del trabajador, entra en complicidad con una especie de voluntad empresarial que toma su lugar en el cuento y narra su imaginario a través de una voz ficticia que dicta lo que debemos juzgar como socialmente correcto en el comportamiento del trabajador (clase no hegemónica o voz silenciada en la realidad) a la vez, que nos oculta las emociones de este, el por qué hace lo que hace, y nos enajena hacia una interpretación moral de lo que se debería pensar respecto de la violencia simbólica, económica, histórica patriarcal —si se quiere— que un alcohólico y mediocre hombre ejerce en contra de su familia, mujer e hijos. Este programa moral que se despliega del texto, es lo que podríamos llamar una trampa (o acto ideológico) del aún joven ácrata Manuel Rojas.

 

Entonces, de este modo y por medio de un dilema moralista que sitúa al lector frente al comportamiento irresponsable de Laureano González, Rojas, nos expone a través de la vida privada y problemas domésticos de un cualquiera, las condiciones laborales que imperan en la sociedad chilena de la primera mitad del siglo XX. De esto, daban cuenta Luis Navarrete y Conrado Ríos en su Memoria presentada al concurso abierto por el Ministerio de Hacienda por decreto de 14 de abril de 1897:

 

«Con el acuerdo de empresarios, médicos, temperantes y muchas veces de los trabajadores organizados, la restricción radical a la producción, comercio y consumo de productos alcohólicos fue vista por muchos como la única y realmente efectiva medida que debía tomarse con relación al alcoholismo, la única arma que, de acuerdo con el modelo de los Estados Unidos, verdaderamente pondría atajo a la degeneración de la raza y la multitud de problemas que el alcoholismo crónico de las clases trabajadoras le reportaba al país»”[8]

 

El texto nos da a comprender que las vidas desprovistas de grandes acontecimientos de los empleados importan solo en relación a la poca utilidad que estos tienen para la empresa, ya que fuera de esta parecen no existir. Pero ¿Quién dice esto? ¿Quién es el que narra? ¿Quién habla? y ¿a quién le importa? nos diría Foucault (1969)[9] en su texto sobre ¿qué es un autor? En el caso de Poco sueldo, ¿será el niño, hijo de González, que creció fascinado con la máquina de escribir, y que se puso a escribir la historia de su padre alcohólico o es la voz de un empresario que realiza descripciones caricaturescas, despectivas y clasistas de sus empleados?

 

La ironía y la risa no se detienen ahí, pues la voz que narra los acontecimientos da palos a diestra y siniestra; no sólo ningunea desde una determinada posición a la clase trabajadora, transgrede los límites siempre algo difusos, confundiendo a empresarios con estafadores, nos dice, «entran grandes señores vestidos magníficamente y que tienen aspecto de ser dueños de la ciudad o estafadores. No se sabe con exactitud lo que son y a veces son las dos cosas» ¿Qué diferencia hay entre la descripción realizada por el narrador de Poco sueldo respecto de la imagen de los empresarios y la reputación de la que estos gozan en la actualidad?

 

La tensión de clase en el cuento es evidente, opera una especie de ironía en la que entra en conflicto la sobrevaloración que tiene la sociedad del mundo empresarial, de la racionalidad matemática, del cálculo y la utilidad, en la figura del administrador (del que las interpretaciones sociológicas se interesarían situándolo como fiel representante de las capas medias, pero que aquí lo identificaremos sólo como la mano derecha del dueño del capital que se mantiene invisible a lo largo del cuento) con el mundo del corazón, al que se caricaturiza como irracional, juguete de las emociones y la debilidad, en la imagen del electricista González y su familia. El primero que corresponde al cerebro, goza de los beneficios de salud y bienestar; el segundo, que responde a los motivos del corazón, de todo lo que se relaciona a la miseria.

 

Dichos antecedentes son útiles al momento de entender la risa que sacude al leer el argumento de por qué el sueldo debe ser poco, pues, de lo poco que hace González, deriva el poco sueldo que gana, pero la carcajada nos desequilibra aún más al oír que el acto del administrador —que por cierto se nos dice—, “es sensible”, “posee un aroma casi femenino”, “tiene buen corazón”, mata al trabajador aumentando su sueldo.

 

La tercera lectura, nos remite al horizonte del modo productivo cultural y de una revisión actualizada del cuento tanto en el contexto socioeconómico de los años 20 del pasado siglo como de finales de la segunda década del siglo XXI. Pensando en que la historia de un texto, según (Eco, 1993)[10] es una cadena de artificios expresivos que el destinatario debe actualizar, es que nos hacemos la siguiente pregunta, ¿qué relación tiene Poco sueldo con el Chile actual del pre y post estallido social?

 

Como señalamos anteriormente, el cuento fue publicado por primera vez en abril, meses antes de la crisis en octubre del 29. Coincide con el alza de las cifras de publicación de cuentos que según (Alday, 2015)[11] aumentaron de manera significativa en la década del 20. Anteriormente se habían publicado en Chile sólo 9 cuentos en el primer decenio del siglo XX, en el que existen sólo nueve registros de libros de cuentos publicados en el país. Entre 1920 y 1929, se publicaron 86 libros de cuentos, esto es, casi el triple que en la década anterior. Poco sueldo se sitúa en este contexto de auge de producción de cuentos, pero también de alta productividad por parte del autor en este género quien señala: «Escribí alrededor de treinta cuentos y los escribí en el espacio de tiempo que media entre 1923 y 1934, once años. Mis tres libros de cuentos contienen veintitrés en total» (Hablo de mis cuentos” 9-32).

 

Más que el aumento de la productividad del género, nos interesa mostrar cómo la Historia misma se cuenta a través de esta forma narrativa. Cómo según Jameson la «forma» es aprehendida como contenido. Con este horizonte final, —nos dice—, «salimos, pues, a un espacio en el que la Historia misma deviene el fundamento último, así como el límite intrascendible de nuestra comprensión en general y de nuestras interpretaciones textuales en particular» (76).

 

Ahora bien, la Historia que se cuenta en Poco sueldo, es la historia de una necesidad que se vive como repetición en el tiempo. Chile hasta antes de octubre del 29 gozaba de una aparente prosperidad que dependía del endeudamiento directo con Estados Unidos y de los ajustes y desajustes de su economía. El 18 de octubre de 2019 la situación era bastante similar a esta. Una aparente sensación de prosperidad vía tarjetas de crédito y sobreendeudamiento, ocultaba años de abuso que se vieron reflejados en el malestar de las personas protestando en las calles de todo el país.

 

En el año 29 la crisis financiera aumentó las protestas en contra del gobierno de Ibáñez del Campo, quien se vio obligado a renunciar y partir al exilio el 26 de julio de 1931. La caída de Ibáñez dio paso a una grave crisis política, sucediéndose en poco más de un año varios regímenes de gobierno, entre ellos la mítica República Socialista, que sólo duro doce días. Miles de cesantes recorrieron las calles de ciudades y los campos; cientos de obreros salitreros volvieron sin esperanza y recursos desde el norte. En Santiago, el gobierno a través de los Comités de Ayuda a los Cesantes debió alimentar y albergar a miles de familias; las ollas comunes proliferaron en los barrios.

 

A la luz del contexto descrito, ¿cómo se explica que, en medio de un país brutalmente golpeado por la Gran Depresión mundial, a un trabajador, se le aumente el salario en casi un 20%? No parece lógico. El comportamiento empresarial en estas circunstancias suele no ser el aumento de sueldo, sino el despido, pero esto es parte de la ironía que atraviesa el texto, del sentido de justicia social que porta, de la ideología (de la forma del cuento) del autor que subyace en el mismo. Según (Jerez 31) citado en Fernández (2019) la escritura de Manuel Rojas «es un discurso que representa a los “sujetos más desvalidos y despreciados de la sociedad».

 

De acuerdo a los tópicos revisados como son el trasfondo político nacional, las relaciones de Rojas con Ibáñez o las alusiones históricas chilenas que forman parte de Poco sueldo, se podría pensar que una contradicción formal sería que el aumento de sueldo no es del todo posible en un tiempo de crisis, o el chiste de que, como no se puede beber, González, el personaje de este cuento se mata bebiendo, entonces, el cuento viene a ser una solución imaginaria a una problemática real como acontece en un ejemplo que extrae Jameson de Lévi-Strauss sobre los caduveos[12].

 

Pero el análisis que nos interesa también proponer, tiene que ver con la forma de cómo se cuenta, mediante la risa y el uso de la ironía, el dilema de los bajos sueldos de los empleados en medio de una dictadura y una vida social fragmentada. El cuento sortea una situación que entrañaba cierta peligrosidad: ser publicado en dictadura y plena crisis económica por un Manuel Rojas, escritor que, de acuerdo con Álvarez (2012),[13] debe ser leído como un autor anarquista, aunque si bien, como señala Fernández (2019), “esta filiación no constituye un rasgo inmutable en la identidad política del autor”, debido a su madurez más próxima al socialismo, no obstante, estas posturas ideológicas, para el objetivo que nos interesa mencionarlas aquí, no revisten mayor diferencia, pues ambas fueron perseguidas y fuertemente reprimidas por el dictador del momento.

 

En Poco sueldo entramos en las vidas invisibilizadas de empleados y administradores, de los que casi nada conocemos, aun cuando pudiera ser de nuestra propia vida de lo que ahí se habla. Según Jameson tan solo podemos acceder a este acto estético que es a la vez un “acto ideológico que inventa y ofrece, como supimos respecto de los caduveos, “soluciones” imaginarias o formales para contradicciones sociales insolubles”. De este modo, se revela el sentido de justicia que se hace visible a lo largo de toda la narración, el que es, sin duda, relevante, en al menos, gran parte de la obra de Manuel Rojas.

 

 

[1] Riffaterre, Michael. “Hermeutic Models” en Poetics Today, Vol. 4:1 (1983) 7-16. Traducción y notas por Vicente Bernaschina Schürmann.

[2] POCO SUELDO (1929) Originalmente publicado en el periódico La Nación [Santiago de Chile] (7 de abril de 1929); Travesía. Novelas breves (Santiago de Chile: Nascimento, 1934, 191 págs.) https://www.literatura.us/manuel/sueldo.html

[3] Jameson, Fredric. Documentos de cultura, documentos de barbarie. La literatura como acto socialmente simbólico. Trad. Tomás Segovia. Madrid: Visor, 1989.

[4] Fuentes Retamal, Pablo. Un análisis biográfico, político y literario de Manuel Rojas. De joven anarquista a hombre de izquierdas. Literatura y Lingüística. no.39 Santiago jun. 2019. Recuperado en: https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-58112019000100073&lang=pt

[5] Fernández Labbé, Marcos. LAS COMUNIDADES DE LA SOBRIEDAD: LA INSTALACIÓN DE ZONAS SECAS COMO MÉTODO DE CONTROL DEL BEBER INMODERADO EN CHILE, 1910-1930. Scripta Nova REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES. Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. IX, núm. 194 (59), 1 de agosto de 2005. Recuperado en: http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-194-59.htm#_edn3

[6] De la prosperidad a la pobreza. El impacto de la Gran Depresión en Chile (1929-1932). Recuperado en: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-601.html

[7] Rojas, Manuel. “Hablo de Mis Cuentos.” Manuel Rojas: Cuentos, 1st ed., Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2015, pp. 9–32. JSTOR, https://doi.org/10.2307/j.ctv253f73t.3.

[8] Citado por Luis Navarrete y Conrado Ríos, El alcohol, el alcoholismo i su represión. Memoria presentada al

concurso abierto por el Ministerio de Hacienda por decreto de 14 de abril de 1897 i designada para el primer

premio ex –aequo por la comisión informante. Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1899, pp. 225-226.

[9] Foucault, Michel. ¿Qué es un autor? Traducción de Gertrudis Gavidia y Jorge Dávila. “Literatura y Conocimiento”, 1999.

[10] Eco, Humberto. LECTOR INFABULA, La cooperación interpretativa en el texto narrativo. Editorial Lumen, 1993, pág. 73.

[11] Poblete Alday, Patricia. El cuento en Chile durante el siglo XX: factores contextuales e industria editorial. Revista de Literatura hispánica, Volumen 1, nº81, articulo, 2015. Recuperado en: https://digitalcommons.providence.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=2787&context=inti

[12] En cuanto a los caduveos, dice Claude Lévi-Strauss, nunca fueron lo suficientemente afortunados para resolver sus contradicciones, o para disfrazarlas con ayuda de instituciones artificiosamente ideadas con ese

propósito. Contradicciones que serían resueltas a partir de soluciones imaginarias que si llegaron de la mano

de sus singulares decoraciones faciales.

[13] Álvarez, Ignacio. “El diagrama de un nuevo pacto. La oscura vida radiante de Manuel Rojas”. Novela y nación en el siglo XX chileno: Ficción literaria e identidad. Santiago, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2012, pp. 97-139.